miércoles, marzo 03, 2010

Entrevista a Carmen Machi: 'Mi despedida en Aída fue horrorosa'

¿Este 2010 sin Aída será tan decisivo en su carrera como el año en que empezó con ella?
Para mí es como si hubiera pasado mucho tiempo desde que la dejé. Al empezar en “Siete vidas” no lo viví tan de golpe. Fue poco a poco cuando dejaron de cobrarme el pan en las tiendas [risas]. Por eso tenía que dejarlo de golpe. Empezaba a aburrirme, y eso lleva a la saturación y a la desidia.

Lo mejor de su abandono es que ha vuelto al teatro y que tiene tres películas a la vista. O sea, que Aída no se comió a la Machi.
Yo me he educado en el teatro, he hecho muchos clásicos y sé qué tipo de actriz soy. El único personaje que he hecho como Aída es Aída... pero se veía mucho. Hay gente que cree que estoy en el paro porque no salgo en la serie, imagina. Nunca dejaron de llegarme propuestas mientras grababa, sobre todo porque desde que dije que lo dejaba hasta que me fui pasaron dos años; era una decisión complicada. Ahora no hay dinero para que vuelva a la televisión, porque no estoy preparada. Estoy a favor de la ficción televisiva y, si me quieren, algún día volveré.

Cuando a una le dan un premio Max de teatro por encarnar a una tortuga, ¿es capaz de hacer cualquier cosa?

“La tortuga de Darwin” fue un regalo inconcebible que me dio la vida. Interpretar a un animal que evoluciona a humano, que narra nuestras catástrofes… Había gente que iba a ver a Aída, pero me encantaba ver cómo tardaban minutos en olvidar eso y en entrar en la historia. Iban a ver a una cosa y salían encantados de haber visto a otra.

¿El teatro logró que la televisión no la ahogara?
Quizá. Pero es que la mayoría de los actores conocidos hemos hecho siempre teatro. El acceso a la televisión y al cine es más complicado. Ana Polvorosa, mi hija en “Aída”, es una de las mejores actrices del país. Y su primera función fue sorprendente, con una colocación perfecta. Esta generación triunfa en televisión, pero el escenario les da verdad y técnica. Ese rigor no se enseña. En el teatro nadie te recoge en coche, vas tú como puedes. Llegas a tu hora, te maquillas tú… Esas cosas van contigo para siempre.

¿Qué fue lo que más la afectó del éxito?
Cambié poco, pero mi sensibilidad sí varió. Soy muy tímida y empecé a sufrir fobia a salir a la calle. Incluso tuve algún pequeño ataque de ansiedad que me impedía pasar del portal. Y yo no podía entender nada. ¿El precio de la fama? ¡Si yo salía para currar y hacer que la gente se lo pasara bien! Y eso que estoy favorecida por el público, creo que me quiere más de lo que merezco. Tenía claro que todo pasa y que la serenidad regresaría, pero no he podido volver a viajar en metro. Aunque dentro de poco lo voy a hacer, ya va siendo hora.

Imagino situaciones surrealistas cada pocos minutos.
Hasta que aprendí a decir no. La primera vez que me negué a una foto por la calle sentí que crecía como 20 centímetros. Pero luego me fui corriendo detrás de la chica que me la había pedido, para pedirle perdón. Otro día que llegaba tarde al teatro, un grupo de chavales empezó a gritar: “¡Aída! ¡Guapa! ¡Guapa! Míranos, ¿no? ¡Guapa! ¡Fea! ¡Hija de perra!”. Me partí de risa, pero esa reacción también depende de cómo estés ese día.

En el capítulo de despedida de la serie se veía más la despedida de Carmen hacia sus compañeros que la de Aída yéndose a la cárcel.
En mi última etapa ya no veía la serie y ese capítulo no he logrado verlo nunca. Pero sí, el guión estaba basado en mi marcha. Fue horroroso. Me dí cuenta de cuánto quería a toda esa gente y cuánto me querían a mí. Una auténtica familia.

Ahora llegan tres películas en pocos meses, todas muy distintas.
Es algo que da aire a un actor. “La mujer sin piano” es un filme muy personal, en las antípodas de lo comercial. Javier Rebollo la escribió pensando en mí y se está viendo en festivales de medio mundo. En la otra punta está “Que se mueran los feos”, una comedia romántica rural con Javier Cámara, al que quiero con locura. Nos lo hemos pasado tan bien… Y “Pájaros de papel” es un trabajo con mucho amor dentro. Todos en el equipo han querido homenajear a Emilio Aragón, que ha rodado una primera película muy honesta. Encarno a una artista del régimen que viaja con Imanol Arias y Lluis Homar cantando a los alcaldes cosas como “Enciéndeme el brasero”. Una pasada.

¿Nunca pensó que un físico como el suyo podría marcarla?
Una vez has sido hombre, animal, anciana, joven… da igual el físico que tengas. Yo me considero una mujer estupenda, sin un físico concreto [risas]. Sólo se trata de darle verdad.

¿Se imagina haciendo otra cosa en la vida?
Qué va, no me entra en la cabeza. Sería una mantenida [risas]. Y eso que, una vez aquí, tengo pocas ambiciones, por cobardía. Me gusta hacer bien lo que hago, pero sin ponerme metas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario